El duelo no elaborado y transformado en una sentencia

La profeía autocumplida: “Yo sabía que tendría un cáncer a la misma edad que mi madre”

Uno de los miedos más instalado en el subconsciente de los occidentales es sufrir una enfermedad grave y deteriorante. La enfermedad que en la actualidad se lleva el estrellato es “el cáncer”. El cáncer, en el mundo occidental, es una pandemia que nos acecha por doquier. Y si además uno procede de una familia donde hay muchos antecedentes oncológicos, el terror está garantizado.

Un martes por la mañana llego al despacho y veo sentada en la sala de espera a una chica joven de unos 30 años con su marido. Los dos estaban callados y con las caras desencajadas, sus ojos estaban fijos en la fría pared del dispensario, y sólo se movieron sus pupilas para seguir mis pasos hasta la puerta del despacho.

Los llamo y les hago pasar. Ella, nerviosa, me mira fijamente a los ojos, y él me rehuye la mirada. Les pregunto los nombres y les pido el motivo de la consulta. Directamente, sin dejarme hablar más, ella me explica, que tiene un cáncer de mama diagnósticado hace dos semanas y que su oncóloga la ha derivado al Servicio de Psico-oncología pues en las dos visitas médicas se ha descontrolado emocionalmente. Además, en las últimas dos semanas, ha tenido 4 ataques de pánico, con necesidad de atención médica de urgencias.

-       “Es terrible, lo sabía….. sabía que esto iba a ocurrir. ¡Mi peor pesadilla se ha cumplido! Tengo cáncer de pecho, igual que mi madre cuando tenía mi misma edad. En el fondo, es lo único que me faltaba por pasar este año. Con todo el estrés que he pasado con el trabajo y las niñas, sabía que acabaría mal…muy mal”.

Su marido, con delicadeza le coge de la mano y se dirige a mi.

- “Es que desde que conozco a Carmen, de eso hace ya 10 años, que me come el coco con el tema de que ella también sufrirá un cáncer, igual que su madre. Yo nunca le he hecho mucho caso, pues yo se que ella es muy nerviosa y ha sufrido mucho con la ausencia de su madre, y también de su padre, ya que él dejó a las niñas con los abuelos y se volvió a casar con otra mujer”.

-       “Carmen, explícame que ha pasado este año para que sea diferente a otros”.

-       “Pues muy simple, yo no quería tener hijos, y me quedé embarazada. ¡Y para postre, me quedo embarazada de mellizas! He estado muy nerviosa intentando adaptarme a las niñas. Lo cual no ha sido fácil pues cuando no se enfermaba una lo hacía la otra, y sino las dos a la vez. Esto durante el primer año de crianza lo he ido manejando como he podido pues no trabajaba. Pero este último año cometí el error de querer trabajar otra vez, y aquí es donde he petado”.

-       “¿Qué quieres decir con que has petado?”.

-       “Soy muy perfeccionista, y siempre quiero hacer las cosas más que bien, pero he sufrido mucho, pues el trabajo me estresa mucho y además me he sentido muy culpable por no atender lo suficiente a las niñas, ya que  cuando llego a casa se me hace muy pesado tener que atenderlas constantemente. ¡Estoy muy cansada! Y ahora con la enfermedad estaré peor. Se que la Quimioterapia te deja hecha polvo!….no creo que lo soporte”.

-       “Bueno, es normal estar cansado con dos niños pequeños y un trabajo a jornada completa. En cuanto a los efectos secundarios de la Quimioterapia ya los iremos trabajando, pero primero debemos suavizar la ansiedad y estos sentimientos de culpa tan bloqueadores”.

-       “Si pero, es que yo sufro mucho, siempre he sido igual, y desde que tengo las niñas peor, pues mi única obsesión es que no les pase lo que me pasó a mi. Yo no quería que a mis hijas les faltara la madre, pues cuando yo tenía 3 años, mi madre murió exactamente de lo mismo que yo”.

-       “Hace 27 años no había tantos tratamientos para el cáncer como ahora. Por lo que, suponiendo que tu tuvieras exactamente el mismo tipo de cáncer de pecho que tu madre, hoy en día las circunstancias son diferentes”.

-       “Puede ser, pero yo he tenido miedo toda la vida de padecer un cáncer, y este año intuía que me iba a pasar algo malo. Y así ha sido! Ya ves, mi pesadilla hecha realidad!”

Siempre que ha habido cánceres en los antecedentes familiares, la sombra y el miedo al cáncer están presentes. Es como un animal agazapado que está al acecho y que va a saltar encima de los descendientes. Además, las personas que tienen padres que han muerto de cáncer se sientes hederos de una lacra familiar, y lo que es peor, se sienten culpables de padecer la enfermedad pues creen que es el único legado que le van a transmitir a sus hijos. Los hijos de enfermos con cáncer se sienten especialmente condicionados. Y esto es debido generalmente a no haber tenido la oportunidad de elaborar correctamente los duelos. Lo que les lleva a sentirse sentenciados a un nivel inconsciente y a medida que se acercan a la edad de la muerte de su progenitor la sentencia es consciente. Surge el miedo a la profecía autocumplida.

-       “Crees que eres responsable de haber enfermado?”

-       “Si, lo soy, pues no he sabido controlar mi estrés, y lo sabia…. Sabía que me provocaría una enfermedad terrible!”

Ante esta afirmación irracional, intenté calmar su culpa haciéndole entender que su situación no era fácil para nadie y que probablemente, la mayoría de mujeres en su misma situación estarían igual de estresadas que ella. También le hice razonar, que en realidad, no sabemos todas las causas que influyen en la aparición de un cáncer, y aunque el estrés sea una de ellas, no podemos torturarnos con la culpa sino aprovechar la situación para reflexionar sobre la percepción de la vida, las creencias distorsionadas en las que muchas veces vivimos sin consciencia y la falta de control sobre nuestras emociones. Aunque padecer un cáncer es una experiencia dura, también puede ser una oportunidad para empezar a indagar sobre esas creencias irracionales que nos programan la vida y que a veces incluso se cumplen. Pero que en realidad es una forma de expresar el dolor que hemos sufrido y el miedo irracional hacia lo incontrolable, como puede ser padecer una enfermedad grave, o perder a alguien querido, o incluso abandonar a los hijos por la propia muerte. De todas maneras, primero la derivé al médico de familia para que le administrara tratamiento ansiolítico y antidepresivo, de manera que la estabilizara lo suficiente para poder trabajar con cierta estabilidad emocional, aunque fuera de momento química. Y así poder abordar posteriormente el dolor tan profundo que le creó la pérdida de su madre y ahora el miedo a la posible pérdida de la madre de sus hijas, es decir su propia muerte.

Continuará….