Cocinar como herramienta terapéutica

Después de la muerte de algún ser querido el tema de la alimentación puede parecer banal y sin importancia, lo que menos pensamos es en cocinar, tanto porque tenemos nuestra cabeza en otra cosa, o porque el estómago se nos cierra y la comida no nos entra.
Más aún si nunca hemos cocinado porque era nuestra pareja la que lo hacía y si esa persona es la que se ha ido, aún nos sentimos más inválidos . También si la que cocinaba era nuestra madre, y somos jóvenes y recordamos sus platos, o mayores y recordamos las reuniones familiares en torno a la mesa de los padres siendo un día de reunión de hijos y nietos para degustar aquellos platos que sólo sabía hacer ella con ese toque inigualable, de una receta escrita pero que nunca hacía igual porque le iba dando toques diferentes o aquella otra que era receta de la abuela y que nunca aprendimos porque pensamos que nuestra madre iba a durar toda la vida.

Pero la comida puede jugar un papel importante también en el duelo. Además de la comida como nutrientes, ya hablábamos de eso en el artículo anterior ” Cuidemos nuestra alimentación “, sino como herramienta para recordar al ser que se ha ido y que nos preparaba exquisitos platos cuyo aroma aún nos viene a la memoria porque quedó grabado en nuestro olfato, y cómo a través del olfato revivimos en presente situaciones pasadas, sino que además asociamos a momentos entrañables pues la habitación de la cocina es el corazón de la casa, es la zona de la alquimia donde se mezclan los sabores, los aromas, las texturas, la temperatura para crear pequeñas obras de arte que embriagan los sentidos.

Somos conscientes de ello? Nos hemos puesto a pensar en que una manera de recordarlos es hacer esas recetas que nos hacían, o intentar recuperarlas para mantener viva la tradición?
Todo esto, hablamos, una vez que el dolor ha cedido, porque en una primera fase este es tanto que nos olvidamos de nosotros y en lo que menos pensamos es en cocinar, a menos de que tengamos la obligación.

Démosle la vuelta y hagamos de la cocina y el cocinar, un homenaje a los que se han ido y si no, un camino de aprender, experimentar y compartir, una manera de celebrar que nuestros seres queridos se han ido físicamente pero que su energía sigue con nosotros y que ellos desde donde estén, (que seguro que están mucho mejor que nosotros, pues como hemos dicho en otras ocasiones la muerte nos libera de toda limitación, nos da paz y nos permite ese amor ya sin barreras, sin límites), se sonríen al ver cómo nosotros intentamos hacer aquella receta que hacían con tanto cariño y que nosotros comíamos disfrutando, o aquella otra con la que agasajaba a los amigos y le salía tan bien.

El cocinar es una experiencia desde decidir qué receta vamos a hacer, a ir a comprar los ingredientes, a cocinarlos, a compartir y esto ayuda a activar memorias al principio tristes en el proceso del duelo pero luego nos hace recordar momentos agradables con historias divertidas o que nos hacen esbozar una sonrisa. En España celebramos todo comiendo y determinados platos nos llevan a recordar bonitos momentos.
Porqué no empezamos con algo fácil como una sopita o un puré de verduras?

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